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Ángelus del Papa Francisco: Jesús enseña a huir de la hipocresía y ser ciudadanos honestos

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Comentando el Evangelio dominical que relata la sabia respuesta de Jesús a la insidiosa pregunta de sus adversarios «¿Es lícito pagar tributo al César, o no?»(v. 17), el Papa Francisco explica que con sus palabras, el Maestro nos enseña a ser ciudadanos honestos y se sitúa por encima de la polémica: “Por una parte, reconoce que se debe pagar el tributo al César, porque la imagen sobre la moneda es la suya; pero, sobre todo, recuerda que cada persona lleva en sí otra imagen, la de Dios, y por tanto es a Él, y solo a Él, a quien cada uno debe la propia existencia”.

Papa Francisco
Papa Francisco

Francisco ofreció su habitual comentario del Evangelio dominical (cfr. Mt 22,15-21) que en esta ocasión relata cómo Jesús afronta la hipocresía de sus adversarios respondiendo sabiamente a la pregunta insidiosa que le habían lanzado para ponerlo en una situación difícil y desacreditarlo ante el pueblo.

«¿Es lícito pagar tributo al César, o no?» (v. 17).

Dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios

“En aquel tiempo, en Palestina, el dominio del imperio romano era mal tolerado, también por motivos religiosos”, explicó el Papa haciendo hincapié en que para la población, el culto al emperador, “subrayado incluso por su imagen en las monedas, era una injuria al Dios de Israel”.

“Los interlocutores de Jesús están convencidos de que no existen más respuestas a su pregunta: o «sí» o «no». Pero Él conoce su malicia y se libra de la trampa. Les pide que le muestren la moneda del tributo, la toma en sus manos y pregunta de quién es la imagen impresa. Ellos responden que es del César, es decir, del emperador. Entonces Jesús replica: Pues dad al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”

Asimismo, el Santo Padre indicó que con esta respuesta, Jesús se sitúa por encima de la polémica: “Por una parte, reconoce que se debe pagar el tributo al César, porque la imagen sobre la moneda es la suya; pero, sobre todo, recuerda que cada persona lleva en sí otra imagen, la de Dios, y por tanto es a Él, y solo a Él, a quien cada uno debe la propia existencia”.

Edificar la civilización del amor

En este punto, Francisco destacó que de esta sentencia de Jesús, “no solo se encuentra el criterio para la distinción entre la esfera política y la religiosa, sino que de ella también emergen orientaciones claras para la misión de los creyentes de todos los tiempos, incluidos nosotros hoy”.

“Pagar los impuestos es un deber de los ciudadanos, así como cumplir las leyes justas del Estado. Al mismo tiempo, es necesario afirmar la primacía de Dios en la vida humana y en la historia, respetando el derecho de Dios sobre todo lo que le pertenece”

Al respecto, el Papa aseveró que de aquí deriva la misión de la Iglesia y de los cristianos: “hablar de Dios y testimoniarlo a los hombres y a las mujeres del propio tiempo. Se trata de esforzarse con humildad y con valor, dando la propia contribución a la edificación de la civilización del amor, en la que reinan la justicia y la fraternidad”.

En la dignidad humana está impresa la imagen de Dios

Antes de despedirse, el Santo Padre pidió a María Santísima que nos ayude a huir de cualquier hipocresía, a ser ciudadanos honestos y constructivos.

“Y que nos sostenga a nosotros, discípulos de Cristo, en la misión de testimoniar que Dios es el centro y el sentido de la vida”, concluyó Francisco deseando a todos los peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro un buen almuerzo e impartiendo su bendición apostólica.

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