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San Jerónimo, Doctor de la Iglesia. El Santo del día, 30 de Septiembre. Historia y Oración

San Jerónimo – El Santo del día (30 de Septiembre) 

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San Jerónimo, Doctor de la Iglesia
San Jerónimo, Doctor de la Iglesia (Caravaggio)

Martirologio Romano: Memoria de san Jerónimo, presbítero y doctor de la Iglesia, que, nacido en Dalmacia, estudió en Roma, cultivando con esmero todos los saberes, y allí recibió el bautismo cristiano. Después, captado por el valor de la vida contemplativa, se entregó a la existencia ascética yendo a Oriente, donde se ordenó de presbítero. Vuelto a Roma, fue secretario del papa Dámaso, hasta que, fijando su residencia en Belén de Judea vivió una vida monástica dedicado a traducir y explicar las Sagradas Escrituras, revelándose como insigne doctor. De modo admirable fue partícipe de muchas necesidades de la Iglesia y, finalmente, llegando a una edad provecta, descansó en la paz del Señor (420).

La vida

(Fuente es.catholic.net) El siglo IV después de Cristo, que tuvo su momento importante en el 380 con el edicto del emperador Teodosio que ordenaba que la fe cristiana tenía que ser adoptada por todos los pueblos del imperio, está repleto de grandes figures de santos: Atanasio, Hilario, Ambrosio, Agustín, Crisóstomo, Basilio y Jerónimo.

Este último nació en Estridón (Dalmacia) hacia el año 340; estudió en Roma y allí fue bautizado. Su espíritu es enciclopédico: su obra literaria nos revela al filósofo, al retórico, al gramático, al dialéctico, capaz de pensar y escribir en latín, en griego, en hebreo; escritor rico, puro y robusto al mismo tiempo. A él se debe la traducción al latín del Antiguo y del Nuevo Testamento, que llegó a ser, con el titulo de Vulgata, la Biblia oficial del cristianismo.

Jerónimo es de una personalidad fortísima: en cualquier parte a donde va suscita entusiasmos o polémicas. En Roma fustiga los vicios y las hipocresías y también preconiza nuevas formas de vida religiosa, atrayendo a ellas a algunas mujeres influyentes patricias de Roma, que después lo siguen en la vida eremítica de Belén.

La huída de la sociedad de este desterrado voluntario se debió a su deseo de paz interior, no siempre duradero, porque de vez en cuando reaparecía con algún nuevo libro. Los rugidos de este “león del desierto” se hacían oír en Oriente y en Occidente. Sus violencias verbales iban para todos. Tuvo palabras duras para Ambrosio, para Basilio y hasta para su amigo Agustín que tuvo que pasar varios tragos amargos. Lo prueba la correspondencia entre los dos grandes doctores de la Iglesia, que se conservan casi en su totalidad. Pero sabía suavizar sus intemperancias de carácter cuando el polemista pasaba a ser director de almas.

Cuando terminaba un libro, iba a visitar a las monjas que llevaban vida ascética en un monasterio no lejos del suyo. El las escuchaba, contestando sus preguntas. Estas mujeres inteligentes y vivas fueron un filtro para sus explosiones menos oportunas y él les pagaba con el apoyo y el alimento de una cultura espiritual y biblica. Este hombre extraordinario era consciente de sus limitaciones y de sus propias faltas. Las remediaba dándose golpes de pecho con una piedra. Pero también se daba cuenta de sus méritos, tan es así que la large lista de los hombres ilustres, de los que hizo un breve pero precioso resumen (el De viris illustribus) termina con un capítulo dedicado a él mismo. Murió a los 72 años, en el 420, en Belén.

LEYES: Evangelio del día y Comentario de hoy (30 de Septiembre de 2020)

Oración a San Jerónimo

Oh San Jerónimo, que en tu vida mortal acogiste la mirada misericordiosa del Señor, y con el apoyo maternal de María Santísima fuiste renovado en la vida de la gracia, danos tu protección y alcánzanos de Dios una sincera conversión al Evangelio de la Salvación. Gloria al Padre…

Oh San Jerónimo, tú que has sido para huérfanos y necesitados una verdadera llama del amor divino, aliviándolos en sus miserias y penalidades, haz que, por tu ejemplo, aprendamos a acoger también nosotros a nuestro prójimo con la misma caridad con la que Cristo non ha amado. Gloria al Padre…

Oh san Jerónimo, que a lo largo de tu vida has revelado a los hombres la misericordia y la ternura de Dios,  acogiendo a niños y jóvenes y enseñándoles el camino del cielo, acoge y guía también a nuestra juventud y protégela de todo mal. Gloria al Padre…

Oh San Jerónimo, que en tu vida mortal, como buen Samaritano, has asistido con amor de padre a toda persona enferma de alma o cuerpo, socorre con tus oraciones y con tu paternal intercesión a todos nuestros hermanos enfermos, dándoles la fuerza y el valor necesario para aceptar y vivir en la fe este momento de dolor, y para que puedan verse pronto libres de la enfermedad; y, recuperada la paz y la salud, puedan alabarte en tu templo. Gloria al Padre… 

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