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Medjugorje. Testimonio de Carlos: ‘Si supieras cuanto te amo, llorarías der gozo’

Medjugorje aquí está el hermoso testimonio de Carlos

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Medjugorje. Testimonio de Carlos
Medjugorje. Testimonio de Carlos

(Foto de cubierta Medjugorje: Hotel Pansion Porta/BoCreative Commons by gnuckx)

(Fuente virgendemedjugorje.org) Estas son palabras pronunciadas por la Virgen María, Reina de la Paz, que tanto mi mujer, Matilde como yo, hemos sentido en nuestro corazón en la peregrinación que hemos hecho al Santuario de Medjugorje el pasado mes de Julio (los días 9 al 16). Es este, también, el Mensaje, que la Virgen dice, personalmente a cada uno de sus hijos, a mi nieta Lucía y a todos y cada uno de los que todavía no han conocido el Amor de Dios, su gran preocupación, como así nos lo hace saber en el Mensaje del 2 de Junio del presente año: “Queridos hijos: orad por quienes no han conocido el amor de Dios”. Palabras para meditarlas en el corazón, en cada Rosario que recemos y que traen consigo, la invitación a la conversión individual y un llamamiento a la oración del corazón; siempre nos repite: orad, orad, orad.

Al volver de la peregrinación, todos me preguntan: ¿Qué tal te ha ido? y, por mucho que intento explicar lo que hemos sentido y experimentado, no soy capaz de reflejar lo que allí hemos vivido Matilde y yo. Sin embargo, me siento requerido a transmitir, a través de estas pobres letras, algo de la experiencia espiritual que, en Medjugorje, hemos vivido como matrimonio y, también, a nivel personal.

Dice San Pablo en la segunda Carta a los Corintios: “Pero teniendo aquel Espíritu de Fe conforme a lo que está escrito: ‘Creí por eso hablé’, también nosotros creemos, y por eso hablamos” (4, 13). El día 8 de Julio a las 5 de la mañana partió el autobús camino de Barcelona, para coger el avión con destino a Medjugorje. Nada más arrancar el autobús, el Padre Andújar, hizo una oración en la cual pedía al Padre que abriera nuestros corazones para poder acoger todas las gracias que Nuestro Señor Jesucristo iba a derramar por mediación de su Santísima Madre la Virgen María, Reina de la Paz.

Comenzamos la peregrinación, rezando Laudes y el Santo Rosario, ora tiempo de oración, tiempo de ponernos en presencia del Señor. El día 9, llegamos a Croacia y en el autobús que nos llevaba a Bosnia-Herzegovina, rezamos el Santo Rosario y ya íbamos disfrutando porque sentíamos que nos acercábamos a la tierra de María, la Reina de la Paz, la que mejor nos puede conducir a su Hijo Jesucristo y, poco a poco, íbamos haciendo nuestro uno de los Mensajes que la Virgen nos transmite por medio de la vidente Mirjana: “No hay camino sin mi Hijo. No pienses que tendrás paz y alegría si no le pones en el primer lugar”. Cristo en primer lugar y la Eucaristía en el centro de nuestra vida interior; por eso nada más llegar a la Casa de Marisa (donde hemos sido acogidos y hospedados) en Medjugorje, dejamos las maletas y nos fuimos derechos al oratorio de la casa (¡precioso!). Se estaba bien y rezamos el Santo Rosario, Cena y adoración con exposición del Santísimo Sacramento en la explanada de la Iglesia de los franciscanos en el pueblito de Medjugorje. Miles de personas rezando en silencio, haciendo pequeñas oraciones en todos los idiomas y cantos al Santísimo Sacramento y, a las once de la noche, volvimos a Casa Marisa y, antes de acostarnos, a Matilde y a mí, nos entraron ganas de volver al Oratorio y despedirnos del Señor con esta oración que aprendí de joven y me gusta repetir: “Señor mío y Dios mío, creo firmemente que estas aquí, que me ves y que me oyes; te adoro con profunda reverencia, te pido perdón de mis pecados y gracias para obtener con frutos, este rato de oración. Madre Inmaculada, San José, mi padre y Señor, Ángel de mi guarda, intercede por mí”. Y, así, concluimos el primer día de peregrinación y… ¡ya no os cuento más! Para que vayáis vosotros y lo veáis y, así, no me llaméis mentiroso.

Ocho días, llenos de oración, sacramento de la Penitencia, Eucaristía, Santo Rosario, Vía Crucis, miércoles y viernes, ayuno de pan y agua (¡la verdad! Yo, pedí pan y vino, pero no me lo dieron… ¡no se lo digáis a nadie!).

Nosotros, mi mujer y yo, pensamos volver, ¿sabes por qué venimos contentísimos? Porque hemos sentido lo que dice el profeta Sofonías: “Yhave tu Dios está en medio de ti, ¡Un poderoso salvador! El exulta de gozo por ti, te renueva por su amor; danza por ti con gritos de júbilo” (3, 17). Sencillamente, esto es lo que nos ha transmitido la Virgen: nos ha presentado a su Hijo que nos ama con locura, lleno de misericordia y nos ha mostrado, también, que Ella nos ama de tal modo que si supiéramos lo que nos ama, lloraríamos de gozo. Así culminamos esta peregrinación mi mujer y yo, fundiéndonos en entrañable abrazo bajo la sombra de la Cruz del monte Krizevac, momento de oración en el que presentamos al Señor las intenciones más profundas: por nuestros hijos y nieta, por nuestra Comunidad y catequistas, por la Parroquia de Cristo Rey, por el Monasterio de las Franciscas…, etc. Terminamos esta oración, recibiendo la bendición de nuestro párroco, el Padre Juanjo, siguiendo el deseo de uno de los Mensajes de la Virgen: “Hijos míos, la bendición del Sacerdote, es la bendición de mi Hijo Jesucristo, no la desprecies”, y, abrazados los tres, con Jesús y María, haciendo presente a toda nuestra familia, dijimos un sincero y profundo Amén por todo lo que hemos vivido y compartido en esta inolvidable peregrinación.

Un abrazo a todos en Jesús y María

Carlos el Pastelero

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